lunes, enero 17, 2005

15 de enero de 2005

Sala Artépolis. Madrid. Homenaje a Pablo Neruda.
Juan Parranda tuvo un sueño y al despertar convirtió un viejo local de Lavapiés en un Centro Cultural de iniciativa privada que abre sus puertas a todas las propuestas artísticas que considera interesantes, por eso llamó a su sueño "La Ciudad de las Artes" osea, Artépolis. De esto hace justo ahora un año y para celebrarlo organizaron actividades y conciertos entre los que se encontraba el aplazado homenaje a Pablo Neruda que teníamos previsto ofrecer en la misma sala hace unas semanas.
En aquel momento se retrasó por unas interminables obras sobre el escenario que aún continúan pero que permitieron acoger los conciertos del aniversario aún con algunas dificultades. Uno de esos problemas es el falso techo de lona que colgaba sobre nuestras cabezas, por encima del cual se ocultaba el piso del vecino de arriba, o sea, que todo el edificio se convertía en una enorme caja de resonancia que obligaba a moderar el volúmen y terminar la actuación a las doce en punto.
El espacio suponía otro problemilla. Está prevista una pequeña ampliación del escenario pero hasta que terminen las obras, mide lo que mide y nosotros somos siete. Durante tres cuartos de hora jugamos al Tetris intentado colocarnos sobre las tablas para terminar dejando a pianista, vientos y narrador apeados de la tarima. Aún así, resultó apañadita la puesta en escena y nos encontrábamos cómodos.
Más cómodos aún cuando observamos como la sala comenzaba a llenarse. Caras amigas y... caras desconocidas, lo que siempre resulta gratificante. En ese cálido ambiente comienza Celedonio a recitar y... primer problema: murmullos de fondo. Parece ser -nos dijeron luego- que no se escuchaban bien las narraciones al final de la sala por lo que el público se distraía y se ponía a hablar. Las palabras del poeta, que requieren mucha concentración para ser expresadas con todo su sentimiento, sonaban a veces apresuradas o agitadas en vez de con la pausa y modulación requeridas. Nuestro rapsoda trataba de competir con el murmullo y desde arriba percibíamos esa tensión sin poder solucionarlo. Con lo fácil que hubiese sido -nos dijo algún amigo- subir un poco el volúmen de su micrófono... Por el contrario, los de las primeras filas lo escucharon perfectamente y disfrutaron plenamente de la interpretación.
Menos problemas tuvimos los músicos. Si no contamos el gripazo con el que Laura, la cantante, subió al escenario. A pesar de las sobredosis de Paracetamol, antigripales, analgésicos y antiinflamatorios a la que se sometió durante toda la semana previa, su voz no sonó como nos tiene acostumbrados y ella, al darse cuenta que no podía ofrecer todo lo que esconde su garganta, se encontraba incómoda.
Como he empezado relatando los "peros", podría pensarse que el concierto fue una castaña. Nada más lejos de la realidad. Disfrutamos como pocas veces y el público, al percibir nuestro buen ánimo, también se lo pasó en grande. Artépolis transmite buenas vibraciones. Tiene algo esa sala que hace sentirse bien. Verla abarrotada también ayuda. Y ver a la gente bailar, o corear las canciones, o reír o casi llorar con los poemas.

Es decir, un poeta. Footprints. Nacimiento. The days of wine and roses. Los cuentos Viejos. Afro Blue. Poema nº 15. Poema nº 6. Autumn Leaves. Explico algunas cosas. Nature Boy. Tus manos. Tu risa. Take Five. Oda a la alcachofa. My favourite things. Pido silencio. Beautiful love. Sabrás que te amo. A night in Tunisia. Poema nº 20. Mack the knife. All of me. Straight no chasser.