sábado, enero 13, 2007

Distrito 21. Madrid

Mano a mano con La Gata
El escenario crea adicción y tras unos meses sin tocar sentíamos mono de escenario aunque este silencio se eligiera voluntariamente para recomponer el grupo y añadir nuevos temas al repertorio. Siempre se pueden encontrar pegas y todo se puede mejorar pero creo que el resultado no pudo ser más satisfactorio: aforo casi completo, público atento e interpretaciones más que decentes.
La noche anterior a la actuación se nos peló el culo sobre los asientos del local de ensayo ultimando los detalles de los temas a estrenar pero marchamos a casa contentos a pesar del temor ocasionado por las dudas que quedaban sin resolver.
Como los lectores habituales de estas palabras habrán podido observar, los imprevistos son tan frecuentes que dejan de ser noticia. En este caso se tradujeron en prisas:
Llegamos a la sala a la hora prevista, con antelación suficiente para el montaje y las pruebas de sonido pero encontramos el local cerrado. Media hora después llegó el dueño y otra media hora más tarde, un técnico que parecía profesional y dispuesto. Sin embargo, cuando aún no había colocado ni un micrófono, escuchamos unas cuantas voces subidas de tono seguidas de una despedida: nos quedamos compuestos y sin técnico.
Hasta que apareció uno suplente paseamos por la sala vacía, impacientes como tigre enjaulado, contando los minutos para el inicio previsto de la actuación. Cuando éste llegó, también nos vinieron rumores de fuera de que la gente hacía cola en la puerta para entrar. Nada que objetar a un trabajo que hubo que resolver en menos de la mitad del tiempo necesario; no se podía pedir mucho más en esas circunstancias y se terminaron las pruebas de sonido en el minuto preciso de la hora anunciada de comienzo.
Pero, claro, los músicos también comemos y, como llevábamos toda la tarde encerrados en la sala, no teníamos más momento que este. Así que, salimos escopetados por la puerta trasera en busca de una taberna que nos llenase el buche sin cebarnos para poder tocar a gusto mientras la gente comenzaba a llenar el local.
El grupo invitado había llevado mucho público que aplaudió con fervor su actuación (la primera puesta en escena de esta formación), tanto que subimos al escenario con un poquito de miedo. Había que mantener y superar el alto nivel dejado allí y nos dispusimos a intentarlo con muchas ganas. Los primeros compases sonaron con tanta energía que los temores se disiparon antes de finalizar el primer tema. Por si quedaban dudas, el público nos dio la razón.
El concierto transcurría con normalidad cuando nos embistió otro de los inconvenientes: el técnico se acerca a decirnos que tenemos que finalizar inmediatamente porque después vienen unos DJ's a montar un espectáculo. O sea, algo así como cuando estás en plena faena con tu pareja y aparecen tus padres por la puerta de casa... y aún nos quedaba la apoteosis final: dos de los nuevos temas que con tanto empeño y ganas habíamos preparado para presentar esta noche. Optamos por saltarnos las canciones intermedias e ir directamente al final. Aunque con el agobio de las prisas resultaba difícil poner todo el empeño que requerían, resolvimos más que dignamente, logrando que la gente que escuchaba atenta se levantase de los asientos para mover las caderas al ritmo brasileño con que cerramos.
Pero no podíamos respirar tranquilos porque, cuando aún resonaban los armónicos finales, las tablas de la escena fueron invadidas por hordas de jóvenes de pantalones caídos que se apresuraban a instalar platos giradiscos y cables sin darnos tiempo siquiera a recoger nuestros instrumentos. Durante un tiempo difícil de calcular porque se me hizo eterno, los músicos recogiendo tuvimos que convivir en un escenario de diez metros cuadrados con los DJ's instalando y, por si esto pudiera parecer fácil, al bajar los bártulos al suelo había que sortear a la gente que comenzaba a llenar la pista de baile. Si la paciencia, los buenos modales y la compostura habituales de quien esto escribe no estallaron como un petardo navideño contra las rodillas de algún discotequero se debió a la ayuda inestimable de los amigos que se acercaron a acarrear tambores hasta el coche.
Sin embargo, a pesar de este amargo final, con todos los bártulos ya en el local de ensayo dispuestos para una nueva sesión de entrenamiento, de nuevo sentimos mono de escenario.

Waterlemon Jazz. Autumn Leaves. My heart belongs to Daddy. Blue bossa. Afro blue. Misty. May be this time. Four. A night in Caños de Meca. La fiebre de la pantera. My favourite things. Claudia. Tico tico.
Distrito 21