jueves, julio 27, 2006

Tekendama. Rivas Vaciamadrid

Se supone que tengo que escribir lo que me pareció a mí el concierto pero resulta que tras hablar con unos y otros las impresiones recibidas difieren hasta tal punto que llegan a oponerse. No sólo cada músico salió con una opinión sino que los amigos que asistieron como público también nos transmitieron versiones diferentes. El abarrotado auditorio anónimo, sin embargo, fue unánime: se entusiasmó. Quizá por el énfasis de sus aplausos y vítores también yo terminé extremadamente contento y eufórico porque oía todo bien y veía las caras de diversión en la pista. Luego me enteré que no todo el mundo lo escuchó igual. Por ejemplo, Laura, no se oía nada y tuvo que chillar casi todas las canciones y cantar, casi sin moverse, pegada al micrófono para que su voz pudiera llegar fuera.
Esas son las cosas que pasan con el sonido: siempre problemas. Más aún cuando se trata de estrenar una sala que nace con intención de ofrecer conciertos pero que aún tiene mucho que aprender y nos utilizó como prueba.
Salvo por esos problemas técnicos, más presentes siempre de lo que sería deseable, el experimento resultó un éxito porque la sala se llenó, no sólo con nuestros amigos (habíamos anunciado el concierto como fiesta despedida de temporada) sino con gran cantidad de público que acudió curiosa al leer la convocatoria en el diario gratuito 20 minutos y los muchos carteles que empapelaban el barrio.
No estábamos muy convencidos de la afluencia porque, hay que tener en cuenta que la actuación tenía lugar un jueves de verano, a una hora muy tardía y en una ciudad del extrarradio. Sin embargo, no sólo se llenó la sala de gente que bebió y bailó, sino que puedo asegurar que disfrutaron porque, tras terminar el repertorio previsto y los dos bises de rigor, siguieron aclamando a la banda y pidiendo más bises. Petición que cumplimos, por supuesto, con mucho gusto.