viernes, mayo 13, 2005

Restaurante La Retama. Las Rozas (Madrid)

Cole Porter amenizaba una fiesta tocando el piano cuando se acercó Linda, la que sería el amor de sus días futuros y le dijo a una amiga: "es muy bueno, es una pena que nadie le haga caso". Él, al descubrir esa dulce sonrisa mirándole con admiración cambió el ritmo de su melodía hasta conseguir que todos los invitados corearan y bailasen las canciones del genial compositor.
Ninguna musa de ojos negros bajó por la escalera de La Retama el viernes trece pero cuando, después de una primera parte de musica ambiental que sirvió para recibir a la clientela, sonaron los primeros compases del contagioso Satin Doll, el público que abarrotaba la planta en que se servían deliciosos canapés, corrió presuroso a tomar sitio junto a la banda para escuchar y disfrutar nuestra música.
Una agradable sorpresa que no esperábamos cuando nos instalaron el escenario en un lugar de paso. Todo había salido torcido hasta ese momento. Estaba previsto que la actuación se celebrase en la calle, pero llovió. Improvisamos un escenario en la parte alta, junto al jamón y al vino pero la reverberación asustó a las organizadoras y, escasos minutos antes del comienzo, trasladamos los bártulos a la planta baja, junto a la entrada.
Resultaba curioso estar tocando para nadie. Se pretendía que el sonido subiese por el hueco de la escalera para crear el ambiente arriba. Y al principio, antes de que se llenase la sala, parece ser que sí que se oía y bien. Sin embargo, cuando llegaban los nuevos invitados, al encontrarse en el hall una banda de jazz, hacían intención de quedarse allí hasta que la anfitriona les acercaba a los aperitivos y subían a la planta alta volviendo la cabeza hacia nuestra cantante.
Nosotros nos sentíamos raros por una parte pero por otra muy a gusto, tocando a nuestras anchas, muy relajados y disfrutando de cada acorde. Aunque, para qué negarlo, cuando el público abandonó las copas para bajar en tropel a escuchar, nos llenamos de orgullo.
Después no nos dejaban terminar. Claro, se habían perdido la primera parte... Inconscientes de que llevábamos casi dos horas tocando nos pedían otra y otra más. Y correspondimos hasta que se nos acabó el repertorio, más de dos horas después del comienzo.
Concierto curioso, sí. E interesante, no lo vamos a negar. Para nosotros resultaba importante porque era la primera vez que actuábamos sin la voz de Celedonio Macías recitando poemas. Sólo música que estuvo a la altura de lo esperado. O quizá más, porque las alabanzas se multiplicaron así como las peticiones de tarjetas para contactar con nosotros para fiestas similares.
Es posible que este viernes trece naciera un nuevo grupo: un Jazz Lemon amenizador de fiestas. Lo dirá el tiempo y la gente que nos llame.