viernes, noviembre 18, 2005

Café Teatro Pícaro. Toledo

Teníamos hasta mesa reservada para nuestros invitados Festival Internacional de Jazz de Toledo
Increíble. Nos llaman desde Toledo para invitarnos a participar en el VIII Festival Internacional de Jazz . "¡Eh! ¡qué somos Jazz Lemon! ¿No os habéis equivocado?" Nos dieron ganas de contestar. Y no es que uno se menosprecie pero en el mismo programa aparecían figuras de la talla de Randy Weston, Pedro Iturralde, Los niños de Candeal, Paloma Berganza o Dead Capo. Y nosotros, aunque muy orgullosos de nuestro trabajo, somos conscientes de la posición que ocupamos en el escalafón del panorama musical. "¡Qué no, qué no tenemos enchufe!" teníamos que repetir incesantes a algún amigo jazzero incrédulo. "¡Qué no conocemos a nadie allí! sólo han escuchado la maqueta que les mandamos, les ha gustado y quieren que toquemos". Como tampoco nosotros nos lo creíamos mucho, recordamos a los organizadores que nuestro jazz es muy especial, que no tiene nada que ver con lo que se toca habitualmente bajo esa etiqueta a lo que nos contestaron que precisamente por eso nos habían escogido.
Ya confirmada la noticia tratamos de intensificar los ensayos pero parecía que el gato negro de las cuerdas de guitarra se nos había atravesado a la puerta del local de ensayo porque cuando no enfermaba uno a otro le abrían el coche o surgía una cita ineludible e inaplazable para un tercero y si, rara vez, coincidíamos todos, la concentración se escapaba corriendo escaleras arriba y resultaba un ensayo caótico.
Así pasaban los días acercándose peligrosamente el día del concierto. Cuatro días antes, Laura, nuestra cantante, aparece con un ligero catarro. "No os preocupéis -nos dice- hoy no puedo cantar pero el viernes estaré bien". Pero llegó el miércoles y no mejoraba.
El jueves por la mañana suena el teléfono. Se escucha un susurro al otro lado que dice: no puedo cantar. Al que escribe esto se le cae el teléfono a los pies, el color de la cara se confunde con la pared y la voz se va a jugar a las películas con la de la cantante. Suspender, nunca. Es lo primero que se me ocurre pero... ¿Cómo suplirla? ¿Improvisar un repertorio de instrumentales? Tal vez pero... ¿Cómo renunciar a esa curiosa versión del Lágrimas negras o cómo prescindir del bellísimo Misty? No, no podemos actuar sin voz. ¿Entonces? Entonces recordamos a nuestra buena amiga, fantá
Minutos antes del concierto Alex repasa con Yolanda los últimos detalles. Alfondo la pantalla gigante en la que se proyectó el concierto.stica cantante y mejor persona Yolanda Alonso, a la sazón, profesora de canto de nuestra Laura. La llamamos. Acepta pero... es jueves, el concierto es al día siguiente y no se sabe los temas... hay que organizar un ensayo inmediatamente. De pronto el teléfono registra más actividad que un volcán cabreado. Llamadas que van y vienen. Horas de la agenda que se tachan por imposibilidad de unos u otros y el tiempo que pasa. Imposible. No se puede ensayar, hay que pensar otra solución. Entonces, Alex, el flautista, decide que quedará él con las dos cantantes para tocar al piano los temas y explicarle cómo van ¡con tan sólo un par de horas de anticipación! Sea. Cualquier opción ha de ser mejor a la suspensión. Supongo.
El presupuesto del grupo no da para furgoneta así que para transportar todos los bártulos tenemos que llevar tres coches. Se pone en marcha la caravana que nos conduce a Toledo y llegamos a la puerta de Bisagra, punto en el que habíamos quedado con los organizadores para que nos recogieran y que debe ser algo así como El Oso y el Madroño en Madrid. Por si alguien no conoce Toledo, le recuerdo que está situado en lo alto de una colina, ceñido por un profundo meandro del río Tajo. Por ello, no queda mucho lugar para las avenidas en el casco histórico, en cuyo bellísimo centro se encuentra el Café en el que vamos a tocar. El encargado de la sala, que viene a buscarnos en moto, se mueve con facilidad por sus empinadas y empedradas calles pero me di cuenta cómo se encogían nuestros coches cargados con tambores y amplificadores al doblar las esquinasy y como suspiraban aliviados al salvar los obstáculos y más aún al llegar a la puerta de la sala.
Vista de la sala desde la Torre de Control
Desde este momento, en realidad creo que desde que entramos en Toledo, fuimos tratados por los organizadores como nunca nos han tratado en ningún otro lugar. Aunque in situ no nos cansamos de darles las gracias, aprovecho una vez más para agradecer el trato recibido. Nos ayudaron a descargar y cargar los instrumentos, nos ayudaron y acompañaron a aparcar los coches, nos proporcionaron camerinos con barra libre y aperitivos, nos pagaron más de lo acordado y encima nos dieron las gracias. Y seguro que se me olvida algo más. Tres hurras por todo el personal del Pícaro Café Teatro de Toledo, cita obligada en cualquier visita a la ciudad del Tajo porque, además, es un local moderno y muy agradable.
Pero no terminarían aquí las sorpresas. Nos habíamos quedado a la puerta de la sala. Llegamos con los coches, con el tiempo justo para la prueba de sonido y todo el equipo por descargar y montar cuando, aparte del personal del local, nos "asalta" un individuo que dice pertenecer a la SGAE y que necesita que le firmemos el repertorio. Sí, supongo que esto será habitual entre las estrellas pero... ¡eh! ¡qué somos Jazz Lemon! Un grupo de barrio; muy apañaos y muy resultones pero... un grupo de barrio. Lo cierto es que el tipo también parecía muy agradable y simpático. No sé qué pasaba esa noche pero todo el mundo era agradable y simpático con nosotros... Así que le firmamos el repertorio, montamos el equipo, probamos sonido y nos fuimos a cenar.
Por si habían sido pocas las atenciones, la programadora y co-propietaria de la sala nos acompaña -casi de la manita- hasta el mejor bar de la zona para cenar barato y bien.
Los ojos de Jero desorbitados ante la impresionante Bomba del bar El trébol Incluso nos recomienda el plato a pedir. No sólo cenamos de maravilla sino que el batería tuvo ocasión de mejorar las relaciones bilaterales hispano-norteamericanas y practicar su inglés con una bella visitante neoyorquina que, además asistió entusiasmada al concierto. La verdad es que la noche estaba saliendo tan redonda como las "bombas" del Trébol.
Con el estómago lleno, un pequeño paseo por las calles de Toledo para aligerar y de nuevo al Pícaro que
Jero y Pachón paseando por las calles de Toledolo encontramos lleno hasta la bandera. Rapidamente nos cambiamos de ropa y nos sentamos ante los instrumentos.
Llega la hora. La suerte está echada. En los últimos momentos ha entrado más gente. Entre ellos, un fotógrafo de prensa que, aunque se presentó, no logré enterarme ni de su nombre ni, mucho menos, del medio. Así que, si lees este mensaje, por favor, escríbenos para enterarnos donde saldrá publicada una crónica del concierto más objetiva que estas líneas.
Como de costumbre en los últimos conciertos, arrancamos con el clásico chin chinchichín que abre el no menos clásico Satin Doll y a continuación los vientos que invaden cada rincón de la sala. El público se une en una ovación. Empezamos a respirar tranquilos. Sólo falta despejar la incógnita de la voz pero en cuanto Yolanda toma el micrófono, se merienda al respetable. Sólo quienes la han visto actuar o la han oído cantar pueden hacerse una idea clara del poderío de esta mujer.
En la foto sonríe pero menudos lagrimones se le caían a Laura desde la barreraEn honor a la verdad hay que reconocer que en muchos temas sus interpretaciones no estuvieron a la altura de sus cualidades (bastante hizo habiéndose aprendido las canciones unas horas antes) sin embargo se lanzó a improvisar con tal fuerza que a nosotros mismos, que la hemos escuchado en más ocasiones, se nos paró la respiración.
El auditorio se venía abajo. Así fueron sucediendose los temas del repertorio mientras que nuestra querida Laura veía los toros desde la barrera soltando más lagrimones que la lámpara del Teatro Real.
No teníamos ni idea cómo podría reaccionar el público de una ciudad ajena a una música como la nuestra programada dentro de un Festival Internacional de Jazz y de allí no se movió ni un alma. El propio fotógrafo que al principio me dijo que haría fotos durante un par de temas se quedó como la barra del bar hasta que terminó el espectáculo y los bises. Uno de los camareros, mientras servía copas a las mesas del fondo se paraba a bailar cada vez que pasaba ante el escenario y una parejita que
Así se veía parte de la sala desde la bateríaquedaba justo encima de los músicos no dejó de animar hasta que terminamos de recoger los platillos. Si hubiese sido un torero les hubiese dedicado una oreja.
Con los bises uno nunca sabe como actuar y, como ahora parece que "queda feo" pedir otra aunque todo el mundo lo esté deseando, en cuanto acabó el repertorio normal nos levantamos con intención de marcharnos pero fue uno de los socios quien directamente nos pidió que siguiésemos, que al público le había encantado el concierto y tenía más ganas de música así que cumplimos su deseo y seguimos tocando hasta agotar los bises. Sólo entonces la gente comenzó a marcharse del local: habían venido a vernos. Increíble.
Satin Doll. Autumn Leaves. My favourite things. Fiebre rosa. Footprints. A night in Toledo. Take Five. Beautifull Love. Misty. Nature Boy. Waterlemon Jazz Island. Afro Blue. Makinavaja. Lágrimas negras. Bises: All of me. Straight no chasser.