jueves, octubre 26, 2006

Homenaje a los voluntarios del II Foro Social Mundial de las Migraciones

Casa de la Juventud de Rivas Vaciamadrid. Madrid.
Como el eco. Así resultó esta actuación. Y no sólo por la pelota de sonido rebotado que se formaba en el escenario sino porque, en cierto modo, suponía una extensión del II Foro Social Mundial de las Migraciones celebrado en junio (en el que también tuvimos el gusto de tocar) y porque tenía lugar en un escenario que, por desgracia, ya conocíamos. Tanto eco no podía traer nada bueno y, sin embargo, el balance no es nefasto.
Como nos viene sucediendo desde hace unos meses, los precedentes no resultaban prometedores. Compromisos inaplazables redujeron los ensayos a la mínima expresión y, aunque conocemos de sobra el repertorio, siempre da un poco de miedo acudir al examen con los deberes sin hacer.
Por si a alguien le queda alguna duda, conviene recordar que un grupo como el nuestro no da, ni mucho menos, para vivir, por lo que sólo es posible dedicarse a él cuando termina la jornada laboral que posibilita las lentejas (aunque los jueves pongan paella en los restaurantes de menú del día de todo Madrid). Esto implica que, si la organización te dice que tienes que estar a las cinco probando sonido, tendrás que pedir favores en la empresa, luchar contra el transporte público y perder el resuello para llegar, con suerte, a las seis. El que llega... porque, estando previsto que la actuación comenzase a las 20:30, alguno se presentó a las 20:15. Podría decir que estábamos temblando de nervios mirando el reloj obsesivamente pero creo que ningún miembro del grupo usa reloj. Aunque sí parecíamos tigres enjaulados deambulando entre el público que ya abarrotaba la sala y alzando las cabezas entre la multitud en busca de dos chavales con instrumentos bajo el brazo. Si no lo estuviera contando aquí ahora, nadie más que nosotros y el técnico de sonido que no pudo ajustar niveles se hubiese enterado porque llegaron, tocaron y resolvieron.
No sucedió nada que no esperásemos. Esa sala, como nos confesarían al final los organizadores, no es apropiada para conciertos y el público lo notó. Aún así, el que aguantó las malas condiciones acústicas, disfrutó, perdonó los errores (muchos) y aplaudió entusiasta (En estos casos siempre me quedo con ganas de preguntar al que se fue).
Entre ellos, la prensa. ¡Caray! porque tratamos de dejar la vanidad en la carretera que, si no, uno se sentiría un poquito inflado con la cantidad de fotos que nos tomaron. Recordemos que se trataba de un acto oficial cargado de políticos y fotógrafos. Por cierto, si alguno lee esto, que nos mande alguna instantánea... Pero todos muy profesionales, pues la fiebre del clik sólo duró lo que la primera canción, lo suficiente para recoger el material necesario para cubrir el espacio reservado en las respectivas ediciones.
No tiraremos cohetes pero tampoco hay que ser catastrofista. Sin duda este concierto no pasará a la historia de Jazz Lemon pero tampoco merece caer en el olvido. That's entertainment o, como diría el otro: Unas veces se gana y otras se pierde. Finalizada la actuación, mientras degustábamos los exquisitos canapés que no quisieron los invitados y comentábamos las incidencias, coincidimos en algo: con que entre el público se vea dos personas bailando y disfrutando con nuestra música, el concierto habrá merecido la pena. Y así fue.