sábado, mayo 27, 2006

Club Literario Amargord. Lavapiés (Madrid)

El Oficio del Poeta.
Nunca se debe suspender un concierto. “¿El 27 de mayo? ¡Uy!, imposible, no puedo”. Aunque falte uno de los solistas, quedan cinco componentes más en el grupo y no se debe suspender un concierto. “El 27… es sábado ¿verdad? Olvidé deciros que tengo un compromiso inaplazable para ese día ¿no puede cambiarse?”. ¿Aunque falte también el pianista no debe suspenderse nunca un concierto? No, nunca. El compromiso se había adquirido y no se debía fallar. La programación de la sala se había cerrado y el cartel publicado. Además, aún quedaban tres semanas para pensar una solución. Todo menos suspender el concierto.
El solista restante, muy decidido, nos animó: yo puedo hacerme cargo de las dos partes, además, conozco a un pianista muy bueno que no tendrá inconveniente en tocar no nosotros ese día. Lo que ocultó en ese momento (cierto, porque aún no lo sabía) es que tendría que irse de la ciudad durante tiempo indefinido y no podría acudir a los ensayos.
Total, que nos encontramos, a dos semanas de la fecha prevista para la actuación, con un solista menos, con otro que no puede acudir a los ensayos y con un pianista suplente que no se conoce los temas ni nos ha escuchado nunca. ¿Podría empeorar la situación? Por supuesto: la cantante se rompe una costilla y no puede cantar. Pero nunca se debe suspender un concierto. (…¿seguro?...).
Localizamos a Juan Carlos, el pianista que debería ocupar el lugar del ausente. Desde el primer momento muestra una excelente disposición aunque advierte de sus pocas horas disponibles para los ensayos. Le enviamos emepetreseados los temas que tiene que tocar para que, al menos, sepa de qué va el asunto. Las partituras en nuestro primer encuentro.
No hay problema es su frase favorita. Esto nos encanta, va con la filosofía del grupo. No hay problema repite cuando tropieza con los extraños arreglos (¿o estropicios?) que hacemos a los temas. No hay problema. Pues si él no tiene problema, nosotros menos.
Los escasos momentos disponibles para ensayar se alargan hasta horas intempestivas, cuando las corcheas pesan más que el hambre y el sueño y aquello no termina de sonar como nos gustaría. No hay que ocultar que estábamos preocupados, nos gusta ofrecer lo máximo en cada actuación y no lo veíamos muy claro a pesar de que Juan Carlos insistiera: No hay problema.
La noche del veintiséis de mayo, al finalizar el ensayo, nadie dijo nada pero una sombra nos pesaba a todos. No era el miedo al ridículo sino el temor a fallar a quienes habían confiado en nosotros contratándonos.
La cantante, aún no recuperada plenamente de su lesión, se encontraba con las fuerzas suficientes para actuar por lo que se presentó en el local con su habitual pesimismo y el batería casi dos horas antes de que lo abrieran, tiempo suficiente para que sus nervios se agudizaran y que la enumeración de posibles catástrofes previas o simultáneas al concierto superase a la lista de la compra de una familia numerosa.
A pesar de la puntualidad en la llegada a la sala, como de costumbre, nos pilló el toro con la prueba de sonido y cuando terminamos apenas quedó tiempo suficiente para cumplir con el rito de embutirnos, como cada vez que tocamos en Lavapiés, los interminables bocadillos y las monstruosas (y riquísimas) croquetas que preparan en el tradicional Melos. La hora prevista para el comienzo llegó y aún no nos habían servido parte de la comida. Más aún tardaron en darnos la cuenta por lo que salimos escopetados con los dedos chorreando de queso de Arzúa derretido.
Inútil prisa porque los pocos clientes, acostumbrados a los habituales retrasos en este tipo de actos, esperaban calmados nuestra llegada.
Cuando sonaron los primeros compases y las primeras palabras de César, todos los temores se disiparon. Aquello sonaba de maravilla. Lo mismo pensaron los asistentes y algunos que pasaban por la calle y que al escucharnos se animaron a entrar en el local. ¿Qué si hubo fallos? Por supuesto, ¿cuándo no los hay? Pero logramos que pasaran inadvertidos y si alguno destacó más logramos encubrirlo con algún solo deslumbrante. Y no es porque yo lo diga sino porque las expresiones de satisfacción se reflejaban en los espectadores. Juan Carlos demostró que, efectivamente, no había problema ni motivo para preocuparse. No sólo nos convenció de ello sino que se metió a todo el público en el bolsillo con sus inagotables solos.
Al final, el público entusiasmado pedía otra y otra más. No se daban cuenta que la historia que les habíamos contado de que acabábamos de conocer al pianista y no nos había dado tiempo para preparar más temas era cierta. Pero tampoco queríamos defraudar al respetable así que, agotado todo el repertorio, decidimos tirarnos a la piscina y atrevernos con una improvisación. Y puestos a atrevimientos ¿por qué no invitar al escenario a nuestra gran amiga, excelente cantante y público fiel, Yolanda? No nos creían cuando lo decíamos pero era la primera vez que todos los que estábamos sobre el escenario tocábamos juntos How hight the moon. Incluso a Jero, el bajista, le había pasado la partitura Juan Carlos treinta segundos antes. Pero nos lanzamos y el resultado dejó boquiabiertos incluso a los músicos que nos deshicimos en abrazos y felicitaciones.
Creo que el público lo pasó bien porque incluso más de uno nos preguntó que si teníamos discos grabados (a este paso habrá que pensarlo) pero no creo que disfrutaran tanto como nosotros mismos.
Lástima que la caja no sonara tan bien como los instrumentos y por eso, llegado el momento de cobrar, sólo recibimos disculpas pero hay alegrías que no se pagan con dinero por eso siempre volveremos a Amargord.
Jazz Lemon y César Gómez. El oficio del poeta. Sala Amargord, c/ Torrecilla del Leal, 32. Lavapiés, Madrid. 27 de mayo de 2006. 21:30h. El oficio del poeta.
Satin doll. Los Celestiales. My Heart belongs to daddy. Pasa y sigue. Misty. La poesía es un arma cargada de futuro. Autumn leaves. Take five. Para un esteta. Afro blue. El payaso. La fiebre de la pantera. Qué lástima. Lágrimas negras. Blue Bossa. All of me. How hight the moon

sábado, mayo 06, 2006

Homenaje a Juan Ramón Jiménez

Es una alegría ver ocupadas todas las butacasCentro Cultural Los Castillos. Alcorcón (Madrid).
En Alcorcón nos encontramos como en casa. Los más curiosos pueden encontrar en esta misma página el número de veces que hemos tocado allí. Yo ni me acuerdo. Eso, al tiempo que una tranquilidad es una gran responsabilidad por no querer defraudar a un público fiel que en todas las convocatorias abarrota el teatro.
En esta ocasión nos reclamó la Universidad Popular de Alcorcón. Durante el 2006 se celebra el aniversario de Juan Ramón Jiménez y por estos días nosotros estamos rodando el espectáculo "Alma y viento del sur" en el que, aparte de otros poetas andaluces, recitamos al poeta onubense. El asunto, pues, pintaba bien a pesar de que justo en esos días se celebraba en la misma localidad el Festival de Jazz y que a la misma hora en un teatro no muy lejano Angelo Branduardi. Nuestros públicos son diferentes, sí, pero asusta un poco competir de esa manera con los grandes y, entre la tarde primaveral que se presentó, la hora temprana y la competencia, pensamos que tocaríamos para las butacas vacías. Como puede apreciarse en la foto de arriba, nos equivocamos.
Laura y Fernando concentradosAunque llegamos con tiempo de sobra, al final siempre nos pilla el toro. La gente se impacientaba por entrar y aún no habíamos probado sonido. También nosotros nos impacientábamos porque queríamos empezar pero el técnico de la sala, aunque con muy buenas intenciones, le faltaba algo de maña, lo que nos ocasionó algún que otro problemilla. No sólo con el sonido sino también con las luces pues según nos contaron después no se nos vio muy bien.
Quizá por esos problemillas de sonido algunos del grupo se sintieron algo incómodos y ese malestar repercutió en la interpretación. Sin embargo el público acogió con entusiasmo tanto las melodías como los recitados y sus aplausos contribuyeron a que olvidasemos el malestar técnico.
Una de las pocas fotos en que se puede ver a todo el grupo junto
Como viene siendo habitual el concierto terminó con el público muy animado coreando la melodía de nuestros clásicos y moviditos bises. Había que celebrarlo, así que marchamos a un bar cercano. Allí hablamos, bebimos y Alex se comió todos los platos de patatas que le pasaron por delante (no sé qué ha visto este chico en las patatas de Alcorcón que siempre que vamos allí las devora) pero, no contentos con eso y viendo que en el mismo recinto festejaban otros acontecimientos, los más animados del grupo decidimos unirnos a su fiesta y terminamos la noche bailando un minué tremendamente divertido con los payasos de la sala.
Satin Doll. Nacía gris la luna. Platero. Días de vino y rosas. Adolescencia. Mis ojos acariciaron. My favourite things. El viento y el alma. La clase. Afro blue. A José María Palacio. Andalucía. Four. Romance de la luna, luna. Waterlemon Jazz. Gatos, gatos y gatos. Balada de la bicicleta con alas. My heart belongs to daddy. Primer día de vacaciones. La fiebre de la pantera. Mon frére. Y nos dieron las diez. Lágrimas negras. Bises: All of me. Straight no chasser
Si quieres ver más fotos,
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martes, mayo 02, 2006

II Festival Intercultural. Rivas Vaciamadrid

Junto a Bouba Car Fall (Senegal),Lenuta Purja (Rumanía) y Said y Mohamed (Marruecos).
Éramos siete sobre el escenario y no teníamos recitador ni "quinto Beatle" aunque este artista "no invitado" soplaba con más dedicación y empeño que cualquiera de ellos. Un indeseable viento comenzó a bufar dos horas antes de que nos tocase subir al escenario; el cielo, azul hasta la hora del montaje, se cubrió de negras nubes amenazantes y las lonas del fondo del escenario se henchieron como el velamen de un bergantín zozobrando por la marejada. La animada fiesta continuaba a pesar del imprevisto y, si todos los demás subían a cantar nosotros no seríamos menos. Mirábamos al cielo y a los artistas sobre el escenario alternativamente. Bouba con su cora y sus tambores levantaron al público que aún mostraba ganas de divertirse. No ocurrió lo mismo con los sonidos de Transilvania que trajo Lenuta, quizá no del todo apropiados para el lugar y el momento, por lo que la gente que abarrotaba la esplanada comenzó a desaparecer empujada por el empeoramiento del tiempo y el disgusto por su música. Los que quedaron parecían cansados y fríos y después nos tocaba subir a nostros sin saber siquiera si amainaría o llegaría a caer agua.
Una duda inquietante porque había olvidado decir que el concierto se desarrollaba al aire libre. No es un matiz baladí porque desde arriba se ve todo muy diferente y, lo que es más importante: suena todo muy diferente. Máxime si no se ha probado sonido.
Dicen (y si no lo dicen lo digo yo) que el batería es el mejor amigo del técnico de sonido (En realidad el dicho dice que el batería es el mejor amigo del músico...) porque siempre llega el primero y se va el último y en ese tiempo se presentan muchas ocasiones de charlar con él. Quizá porque nos hicimos amiguetes no pueda hablar mal de los técnicos de la empresa Sol que, me consta, hicieron lo imposible para que aquello sonase bien a pesar de las pésimas condiciones. Incluso lograron ecualizarnos sobre la marcha, como digo, sin prueba previa y consiguieron que nos oyésemos dentro y que la gente escuchase fuera (bastante bien, a juzgar por la respuesta del público).
Esta noche, además, presentamos otra novedad cuyo resultado nos intrigaba: una introducción grabada con la voz de César Gómez sobre la música de Alfred Hitchcock y Jeff Alexander "Music to Be Murdered By" (la de la serie de televisión) . Expermiento exitoso pues logramos el efecto deseado: llamar la atención del respetable y provocar su expectación previa a los primeros compases de batería.
A pesar de todos los pesares que siempre pesan en cada actuación y en esta pesaron mucho, creo que el balance resultó positivo. Arriba disfrutamos y abajo también. Esta opinión no es que me la invente o la imagine a raíz de la respuesta de los asistentes. No. Es que una vez terminado el repertorio sucedieron varios detalles que así lo demuestran:
Mientras aún sonaba la reverberación del golpe final, dos chicas se acercaron por detrás del escenario a solicitar una canción (como en el programa radiofónico aquel de "peticiones del oyente") y, de paso felicitarnos efusivamente por el concierto;
Cuando nos mezclamos entre el público, tres que lo habían disfrutado desde la primera a la última canción, se me acercaron para preguntar cuándo y dónde volvíamos a tocar;
Otro de los asistentes nos contrató para un bolo más (que ya comunicaremos convenientemente).
Los técnicos nos felicitaron personalmente con apretón de manos inlucido. (opinión que valoro mucho porque están acostumbrados a escuchar cientos de grupos). Lo mismo se puede decir de quienes nos habían requerido para este interesante festival.
Total que regresamos a casa con la cabeza bien alta aunque... para ser más exactos, no volvimos a casa; quien esto suscribe y el flautista, como consumimos mucha energía en los conciertos y aún estamos en edad de crecer, necesitábamos ingerir algo sólido, así que marchamos a un bar cercano a regar un tentempíé con la penúltima. Cual no sería nuestra sorpresa al comprobar que el propietario del local nos había reconocido en las fotos de una entrevista publicada en una revista local. Nos solicitó autógrafos y aseguró que colgaría la página en una pared del bar. Ya imagino como se sienten los famosos...
Hubiésemos seguido charlando con ellos y, a poca insistencia, seguro que habríamos terminado sacando la flauta y el cajón y tocando allí hasta la madrugada. Pero no sólo esperaba esta crónica, sino el regreso al mundo real.

SATIN DOLL. A NIGHT IN TUNISIA. WATERLEMON JAZZ. AFRO BLUE. THERE WILL NEVER BE ANOTHER YOU. MY HEART BELONGS TO DADDY. CHAIN OF FOOLS. ALL OF ME