martes, mayo 02, 2006

II Festival Intercultural. Rivas Vaciamadrid

Junto a Bouba Car Fall (Senegal),Lenuta Purja (Rumanía) y Said y Mohamed (Marruecos).
Éramos siete sobre el escenario y no teníamos recitador ni "quinto Beatle" aunque este artista "no invitado" soplaba con más dedicación y empeño que cualquiera de ellos. Un indeseable viento comenzó a bufar dos horas antes de que nos tocase subir al escenario; el cielo, azul hasta la hora del montaje, se cubrió de negras nubes amenazantes y las lonas del fondo del escenario se henchieron como el velamen de un bergantín zozobrando por la marejada. La animada fiesta continuaba a pesar del imprevisto y, si todos los demás subían a cantar nosotros no seríamos menos. Mirábamos al cielo y a los artistas sobre el escenario alternativamente. Bouba con su cora y sus tambores levantaron al público que aún mostraba ganas de divertirse. No ocurrió lo mismo con los sonidos de Transilvania que trajo Lenuta, quizá no del todo apropiados para el lugar y el momento, por lo que la gente que abarrotaba la esplanada comenzó a desaparecer empujada por el empeoramiento del tiempo y el disgusto por su música. Los que quedaron parecían cansados y fríos y después nos tocaba subir a nostros sin saber siquiera si amainaría o llegaría a caer agua.
Una duda inquietante porque había olvidado decir que el concierto se desarrollaba al aire libre. No es un matiz baladí porque desde arriba se ve todo muy diferente y, lo que es más importante: suena todo muy diferente. Máxime si no se ha probado sonido.
Dicen (y si no lo dicen lo digo yo) que el batería es el mejor amigo del técnico de sonido (En realidad el dicho dice que el batería es el mejor amigo del músico...) porque siempre llega el primero y se va el último y en ese tiempo se presentan muchas ocasiones de charlar con él. Quizá porque nos hicimos amiguetes no pueda hablar mal de los técnicos de la empresa Sol que, me consta, hicieron lo imposible para que aquello sonase bien a pesar de las pésimas condiciones. Incluso lograron ecualizarnos sobre la marcha, como digo, sin prueba previa y consiguieron que nos oyésemos dentro y que la gente escuchase fuera (bastante bien, a juzgar por la respuesta del público).
Esta noche, además, presentamos otra novedad cuyo resultado nos intrigaba: una introducción grabada con la voz de César Gómez sobre la música de Alfred Hitchcock y Jeff Alexander "Music to Be Murdered By" (la de la serie de televisión) . Expermiento exitoso pues logramos el efecto deseado: llamar la atención del respetable y provocar su expectación previa a los primeros compases de batería.
A pesar de todos los pesares que siempre pesan en cada actuación y en esta pesaron mucho, creo que el balance resultó positivo. Arriba disfrutamos y abajo también. Esta opinión no es que me la invente o la imagine a raíz de la respuesta de los asistentes. No. Es que una vez terminado el repertorio sucedieron varios detalles que así lo demuestran:
Mientras aún sonaba la reverberación del golpe final, dos chicas se acercaron por detrás del escenario a solicitar una canción (como en el programa radiofónico aquel de "peticiones del oyente") y, de paso felicitarnos efusivamente por el concierto;
Cuando nos mezclamos entre el público, tres que lo habían disfrutado desde la primera a la última canción, se me acercaron para preguntar cuándo y dónde volvíamos a tocar;
Otro de los asistentes nos contrató para un bolo más (que ya comunicaremos convenientemente).
Los técnicos nos felicitaron personalmente con apretón de manos inlucido. (opinión que valoro mucho porque están acostumbrados a escuchar cientos de grupos). Lo mismo se puede decir de quienes nos habían requerido para este interesante festival.
Total que regresamos a casa con la cabeza bien alta aunque... para ser más exactos, no volvimos a casa; quien esto suscribe y el flautista, como consumimos mucha energía en los conciertos y aún estamos en edad de crecer, necesitábamos ingerir algo sólido, así que marchamos a un bar cercano a regar un tentempíé con la penúltima. Cual no sería nuestra sorpresa al comprobar que el propietario del local nos había reconocido en las fotos de una entrevista publicada en una revista local. Nos solicitó autógrafos y aseguró que colgaría la página en una pared del bar. Ya imagino como se sienten los famosos...
Hubiésemos seguido charlando con ellos y, a poca insistencia, seguro que habríamos terminado sacando la flauta y el cajón y tocando allí hasta la madrugada. Pero no sólo esperaba esta crónica, sino el regreso al mundo real.

SATIN DOLL. A NIGHT IN TUNISIA. WATERLEMON JAZZ. AFRO BLUE. THERE WILL NEVER BE ANOTHER YOU. MY HEART BELONGS TO DADDY. CHAIN OF FOOLS. ALL OF ME

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