sábado, septiembre 09, 2006

Amargord. (Madrid)

Alma y viento del sur. Con Celedonio Macías.
Hay conciertos en los que no cabe ni un alma en la sala y otros a los que no acuden ni los músicos. ¿La razón? si la supiéramos tendríamos el secreto de la piedra filosofal.
Debimos suponer que sucedería el segundo supuesto desde el momento en que José Carlos, nuestro clarinetista habitual dijo que un imprevisto de última hora le impediría asistir. Llamamos a Roberto, antiguo componente del grupo y suplente ocasional, para que nos ayudara y la respuesta fue la misma. Sólo nos quedaba un viento: Alberto, el recién estrenado y voluntarioso flautista de Jazz Lemon que, a pesar de llevar entre nosotros sólo unos días, aceptó el reto de llevar él solito todo el trabajo de los vientos. Lo que aún no sabía Alberto (ni los demás) es que, cuando dijimos "en solitario" hacíamos referencia también a la afluencia de público.
Con este panorama, podéis imaginar que las jornadas previas al concierto resultaron intensas. A la desconexión propia de un agosto relajado se unía la necesidad urgente de adaptar un repertorio pensado para dos vientos veteranos en el grupo a un único flautista "sin estrenar". Pero el chico se ganó el sueldo. Durante los pocos días disponibles escuchó una y otra vez los temas del grupo hasta que las notas llegaron a salirle como la respiración.
Y así nos presentamos al concierto, con más miedo que vergüenza pero dispuestos a todo. O a casi todo, porque lo que no esperábamos de ninguna manera es que, llegado el momento de comenzar, no hubiese en la sala ni un alma. Por un momento llegamos a plantearnos suspender la actuación pero los seguidores del grupo y lectores habituales de estás letras saben de sobra que eso para Jazz Lemon es lo último y que si llega ese caso ha de ser por una fuerza suprema.
Al fin y al cabo, teníamos algún oyente de lujo: la entrañable encargada de la sala, un par de clientes habituales y las novias de dos de los músicos que aún no habían tenido ocasión de escucharnos en directo. Así que, como si de un estadio a rebosar se tratase esta selecta audiencia, afrontamos la actuación. No se debe negar que un poco fríos al principio, imaginad, pero pasados los dos primeros temas ya no veíamos el auditorio medio vacío sino medio lleno y las notas comenzaron a salir de nuestros instrumentos mejor que nunca. Cuando Laura afrontó el mágico Misty, tanto la escasa audiencia como los pocos músicos, casi nos derretimos al oír una de sus mejores interpretaciones de este bello tema. Hasta tal punto que la camarera confesó después que se había emocionado oyéndolo. Algo que no me extraña porque incluso el que esto escribe casi salpica de lágrimas un parche.
A partir de ahí, todo fue sobre ruedas. Hasta la sorpresa final; puesto que el batería estaba a punto de cumplir años, bajo y voz decidieron regalarle un emotivo Cumpleaños Feliz que culminó con una deliciosa tarta para todos los que había en la sala: músicos, amigos, trabajadores de la sala y los escasos oyentes anónimos que pasaron por allí y se disfrutaron hasta el final.
Lo que pensábamos sería un concierto calamitoso, se convirtió en una deliciosa fiesta. ¿Qué importaba que hubiera poca gente? Al fin y al cabo, público selecto.

No hay comentarios: