martes, septiembre 19, 2006

Don Lito. Rivas Vaciamadird

La virgen de los truenos se apiadó de nosotros y no llovió. Las calles aún permanecían mojadas de lo caído los días anteriores. Apenas veinticuatro horas después la cola de un huracán culebreó entre las mesas pero justo la noche del diecinueve brillaron las estrellas y el viento se echó la siesta. No sé si para celebrar los últimos días del verano, porque esperaban la inigualable parrilla argentina de Lito o porque realmente querían vernos, el caso es que la terraza del bar se llenó. Y era martes.
Jugábamos en casa pero el refrán dice que nadie es profeta en su tierra así que no creo que fuese esa la causa del lleno absoluto. Estoy seguro que ni los dueños del bar esperaban tanta afluencia pues se agotaron las mesas, las sillas y hasta los calamares. La gente que seguía llegando después de ocupados los espacios se acomodó en un rincón del parterre y aguantó toda la actuación de pie, sin pestañear y aplaudiendo.
En parte lo entiendo porque teníamos ganas de este concierto. Nosotros, los dueños del bar y el público, que hace un año acudió a la misma esplanada esperando encontrar nuestros acordes y se encontró una suspensión inesperada. Quizá por eso, como suponíamos, el concierto se convirtió en una fiesta. Y es verdad que jugábamos en casa y que la mayor parte del público la componían amigos y fans (que ya vamos teniendo unos cuantos) pero también es verdad que la noche se prestó, que los hados de las corcheas nos fueron propicios y que logramos transmitir a todos los espectadores, incluso los que nunca antes nos habían escuchado (que también de esos acudieron) , la alegría que llevábamos dentro.
¿Meteduras de pata? Quizá más que en otros conciertos pero ¿quién se enteró? Lo bueno que tiene conocernos tanto es que las salvamos sin que se llegase a enterarse ni el músico situado en el otro extremo del equivocado.
Jazz Lemon no es un grupo de estrellas. No funcionaría igual de no ser por la labor de equipo. Sin embargo, esta noche, una brilló por encima del resto: sin duda, los mayores halagos los recibió Alberto, nuestro nuevo flautista que, tras el íntimo preestreno del concierto anterior, aquí tuvo su gran debut. Quizá por aquello de la novedad y la sorpresa pero también por ese aire especial con el que es capaz de impregnar los sonidos que salen de su instrumento, aires sureños hasta en el más yanki de los swing que interpretamos. Tan grata fue la sorpresa de la nueva incorporación para nuestros fans que, me consta, no sólo recibió piropos a su estilo sino también a su estampa.
Como no uso reloj nunca cronometro los conciertos mientras estoy tocando pero me dijeron que tocamos durante más de hora y media seguida, sin parar. No he hecho una encuesta entre mis compañeros pero casi me atrevo a asegurar que su impresión coincide con la mía: "¿No hemos tocado sólo tres cuartos de hora?" ¿Por qué esta impresión? Porque nos encontrábamos tan a gusto y el público nos acogió tan bien que de haber tenido más repertorio (insisto, el pobre Alberto lleva quince días con nosotros) podríamos haber tocado hasta que viniese la Guardia Civil a echarnos por escándalo nocturno. Y los asistentes hubieran estado de acuerdo porque nadie se movió del asiento cuando terminamos y aplaudieron hasta un "Pakitoelchocolatero" que improvisamos sobre la marcha después del último bis y después de todos los saludos y despedidas. La gente seguía pidiendo otra a pesar de que avisamos que no teníamos más.
Bien que lo lamentamos. Por eso, como guinda final nos miramos un poco el ombligo y ambientamos la noche con nuestra propia música enlatada: una copia de trabajo de un CD que contiene grabaciones de varios conciertos, no apta para la distribución por su dudosa calidad y de la que, sin embargo, comenzamos a recibir encargos. Como nos encargaron una gira por Tarragona o un posible compromiso para girar por Castilla León. En realidad sólo tomas de contacto que no se sabe en qué terminarán pero que inflaron nuestro ego y sirvieron para que esa noche durmiésemos tan felices como las estrellas que, por una noche en la temporada, brillaron en el cielo.

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